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Los Hombres que Conocen a su Dios son Hombres de Oración

Los hombres que conocen a su Dios son antes que nada hombres de oración, y el primer aspecto en que su celo y su energía por la gloria de Dios se ponen de manifiesto es en sus oraciones.

En Daniel 9 vemos que cuando "supo por los libros" que el período de la cautividad de Israel, según estaba profetizado, estaba por cumplirse, y, al mismo tiempo, se dio cuenta de que el pecado del pueblo seguía siendo tal que en lugar de provocar misericordia podía provocar juicio, se dedicó a buscar el rostro de Dios "en oración y ruego, en ayuno, cilicio y ceniza" (v. 3), y oró por la restauración de Jerusalén con tal vehemencia, pasión, y agonía de espíritu como las que la mayoría de nosotros no hemos conocido jamás.

Sin embargo, invariablemente, el fruto del verdadero conocimiento de Dios es la energía para obrar en pro de la causa de Dios, energía, ciertamente, que sólo puede encontrar salida y alivio para esa tensión interior cuando se canaliza mediante dicha clase de oración, y cuanto mayor sea el conocimiento, tanto mayor será la energía que se desencadena.

Tal vez no estemos en posición de hacer gestos públicos contra la impiedad y la apostasía. Puede que seamos viejos, o estemos enfermos, o nos veamos limitados por alguna otra situación física. Pero todos podemos orar ante la impiedad y la apostasía que vemos a nuestro alrededor en la vida diaria. Si, en cambio, no se manifiesta en nosotros ese poder para la oración y, en consecuencia, no podemos ponerla en práctica, tenemos entonces una prueba segura de que todavía conocemos muy poco a nuestro Dios.